Ciudad de México, 10/09/2023
Ana V SOLANO GARCÍA
En la rutina del ir y venir de los trenes, la gente, estudiantes, trabajadores, amas de casa, comerciantes se detuvieron por un momento para darse un respiro ante el ritmazo que se escuchaba al final del Túnel de la Ciencia en la estación La Raza del Metro, en su línea amarilla.
El sonido de la batería, las trompetas, el bajo eléctrico, teclado, el saxofón, los timbales, las voces y el llamador, literalmente llamaron a todos a detenerse un momento para disfrutar la música hipnotizante que llegaba hasta sus oídos, y porqué no, bailar al ritmo de la banda Big Band Jazz Mex Dry Ice del Instituto de la Juventud.
Literalmente su música al ritmo de salsa invitaba a escucharlos porque su objetivo y lema es justamente ese: salsear con la raza. Se trataba de un talentoso grupo formado por 30 músicos jóvenes entre los 20 y 25 años de edad quienes lograron la encomienda dada por el Instituto de la Juventud: Unir al barrio.
Una canción tras otra rindieron tributo en esta ocasión a la salsa. Y así en ese pequeño espacio, en el pasillo, debajo de los trenes, se escuchó la música de Héctor Lavoe con su Juanito Alimaña, a Willie Colón con Idilio, y temas como Conga y Timbal, Embrujo de Amor o Aguanile que hiciera famosa Marc Anthony y muchos más.
Y quienes estaban ahí no perdieron la oportunidad de grabar el momento, ese momento en que la raza estaba unida a través de la música. El espacio estaba abierto para recrearse gratuitamente.
Pero no solo dentro del Metro lo hacen, la explosividad de la música de Big Band y su director Adalberto Campos Chávez sale a las calles también, allá donde los barrios no pueden tener acceso a estos espectáculos. La salsa y el jazz lo llevan también donde las rejas impiden la libertad de quienes se encuentran en las penitenciarías, como dicen ellos para dar un poco de ánimo y felicidad.
Después del respiro terapéutico y durante 90 minutos los usuarios del Metro, allá en La Raza de la Línea Amarilla, pudieron olvidarse del ajetreo de un día más.
Chicos, grandes, adultos, estudiantes y trabajadores volvieron a retomar el camino, algunos en dirección a Pantitlán o Politécnico. Qué importaba; el talento de 30 jóvenes músicos ya había hecho la diferencia. Ahora con la pila bien recargada, una gran sonrisa y la mejor actitud se podía continuar el día porque, no había prisa, total, lo bailado, ya nadie se los quitaba.